San Agustín y las almas del purgatorio

En el día de la festividad de San Agustín, no puede faltar nuestra oración por las almas del purgatorio. Pueden encontrar una haciendo click aquí. O pueden rezar con el video. San Agustín de Hipona escribió muchísimo. Y dictó más. Aquéllas de sus obras que se conservan pueden encontrarse en latín haciendo click aquí.

Pueden bajar entero La Ciudad de Dios en español gratis en PDF haciendo click aquí o comprarlo en papel:

La doctrina de San Agustín sobre las almas del purgatorio puede encontrarse en muchas de sus obras. Por ejemplo, en el De Civitate Dei:

De dónde dimana la potestad que ejercen los santos sobre los demonios y de dónde procede. 

La verdadera purificación del corazón Los hombres de Dios, por medio de la verdadera piedad, salen vencedores contra la potestad aérea, enemiga y contraria a la piedad, exorcizándola y no aplicándola, y todas sus tentaciones y acometidas las vencen haciendo oración no a ella, sino a su Dios contra ella. Pues ésta no vence o sujeta a alguno si no es con la asociación del pecado. Por lo tanto, la victoria se consigue en nombre de aquel Señor que se hizo hombre y vivió indemne de toda mácula de pecado, para que por la virtud divina del mismo, que era juntamente sacerdote y sacrificio, se realizara la remisión de los pecados, esto es, por el medianero entre Dios y los hombres, el Hombre Cristo Jesús, por cuyo medio, efectuada la purificación de nuestros crímenes, nos reconciliamos y volvemos a la gracia de Dios.

Pues los hombres, cuya purificación no puede hacerse en esta vida por nuestras propias fuerzas y virtud, sino mediante la divina misericordia, por su indulgencia solamente y no por nuestra potencia, pues aun aquella escasa virtud que se dice nuestra, el mismo Dios nos la ha concedido por efecto de su bondad. Muchas facultades y perfección nos atribuyéramos viviendo en esta carne mortal, si no viviéramos bajo la merced y beneficio de Dios todo el tiempo que la traemos, hasta que la dejamos. Por eso nos dio el Señor su gracia por el divino mediador, para que, contemplándonos, manchados con la torpeza del pecado, nos limpiáramos y purificáramos con la semejanza de la carne del pecado. En virtud de la divina gracia con que. Dios manifiesta en nosotros su grande misericordia; caminamos y nos gobernamos en la vida presente por la fe y, después de ella, por la vista clara y beatífica de la verdad inmutable llegaremos a gozar de la plenísima perfección.

San Agustín, La Ciudad de Dios, Capítulo XXII