Los ángeles custodios y las almas del purgatorio

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que “la existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 328). Toda la vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (Catecismo, n. 334). Y en su liturgia la Iglesia se une a los ángeles para que los hombres y los ángeles adoren juntos al único Dios. Y esto en la Iglesia Romana sucede de modo especial en dos días: el 29 de septiembre (San Miguel, Gabriel y Rafael) y el 2 de octubre (festividad de los Santos Ángeles Custodios):

335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf Misal Romano, «Sanctus»); invoca su asistencia (así en el «Supplices te rogamus…» [«Te pedimos humildemente…»] del Canon romano o el «In Paradisum deducant te angeli…» [«Al Paraíso te lleven los ángeles…»] de la liturgia de difuntos, o también en el «himno querúbico» de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 335.

Este post está escrito el 2.10.2022, festividad de los Santos Ángeles Custodios. Día en el que adoramos a Dios junto con nuestro ángel custodio:

336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). «Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida» (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 336.

¿Y qué es un ángel? Para conocer sumariamente la teología de los ángeles, recomendamos esta página de la Prelatura Opus Dei o esta de Aciprensa. El catecismo da una clara idea, en estos términos:

Quiénes son los ángeles

329 San Agustín dice respecto a ellos: Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus («El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel») (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20).

330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII, enc. Humani generis: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12).

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 329 y 330.

Cada persona tiene un ángel custodio. Para entender su figura, recomendamos esta otra página.

Puede verse también la catequesis de un minuto del video que está al lado de Radio María (Argentina).

Recomendamos esta oración: «Ángele Dei, qui custos es mei, me, tibi commíssum pietáte supérna, illúmina, custódi, rege et guberna».

Nadie sabe a ciencia cierta si los ángeles custodios nos acompañan si entramos en el purgatorio. En la recomendación del alma después de la muerte de los fieles cantaba la Iglesia: “Salid a su encuentro, ángeles del Señor, recibiendo su alma, poniéndola en presencia del Altísimo…; que los ángeles te lleven al seno de Abraham”. Es opinión piadosa que los ángeles custodios acompañan las almas de sus protegidos al purgatorio después que éstos mueren, como acompañaban las de los antiguos patriarcas al seno de Abraham. Puede encontrarse información aquí con la opinión del P. Miguel Ángel Fuentes.

«Hijo, prepara las cosas para el viaje y ve con tu pariente. Que el Dios del cielo os proteja y devuelva sanos. Que su ángel os acompañe y proteja»
Tobías, V, 17.

«No te atribules ni sufras, querida. Un ángel bueno lo acompañará, le concederá un próspero viaje y nos lo devolverá sano y salvo»
Tobías, V, 22.

Filippino Lippi,
San Rafael acompañando a Tobías.
Foto tomada de Wikipedia.

San Luis Gonzaga (1568-1591) enseñaba que, en el momento en que el alma abandona el cuerpo, es acompañada por su Ángel custodio para que se presente con confianza ante el Tribunal de Dios. El ángel, de acuerdo con este santo, presenta los méritos de Cristo para que en ellos se apoye el alma en el momento de su juicio particular y, una vez pronunciada la sentencia por el Divino Juez, si el alma es enviada al purgatorio, ésta recibe la visita frecuente de su Custodio quien la conforta y consuela llevándole las oraciones que se presentan por ella, y asegurándole una futura liberación. Recomendamos la lectura de “¿Qué hace nuestro ángel de la guarda después de nuestra muerte?”, del P. Antonio María Cárdenas, ORC, en CREC (Centro de Recursos para la Educación Católica).

Una cosa es cierta: hay un ángel, al que no vemos, que nos acompaña desde el día de nuestro bautismo hasta el día de nuestra muerte, ilustrándonos con las luces de Dios y fortaleciéndonos con sus dones para guiarnos, como hizo con Tobías (lean el libro de Tobías), para que no nos perdamos en el mundo sobrenatural. Entra dentro de toda lógica que nos dé la mano en el día de nuestra muerte. Yo así lo espero, y así se lo pido. Me ha sacado de muchos líos y me ha traído muchos bienes. Le doy gracias desde ya, y le pido que, cuando por primera vez le vea, sepa reconocerle.